Una pareja de franceses homosexuales se sienta en una mesa al centro del salón. Una mujer los acompaña y sonríe con ternura viéndolos besarse mientras llega la comida.
Siete brasileros vestidos de fiesta comen carne y toman vino blanco de la casa, ríen y gritan.
Todos los miran. Los franceses dejaron de ser el centro.
Cerca del baño, dos matrimonios y sus seis hijos untan manteca al pan. El revoltoso de la punta afila el cuchillo con el tenedor, y un par de hombres sentados a su lado lo miran con ganas de cometer un asesinato.
Hay una pareja próxima a las bodas de oro que espera mesa. Ella es muy coqueta; él se hace el desinteresado pero sabe que más de uno se volteó a ver a su hermosa mujer. La mesa de los brasileros lo llama y le piden que tome algunas fotografías con sus cámaras digitales de pantalla desplegable, último modelo, muy top, re pro, cool... Ella sonríe cómplice, elegante, mientras lo mira. Finalmente el mozo los acerca a su mesa, próxima a los niños afiladores.
En el fondo, y cerca de la ventana veo a un sujeto. Recuerdo haberlo visto, vitalicio, en un cabaret local. Come con su hija, la conozco. La conozco porque aquí todos nos conocemos.
Ahora los franceses homosexuales miran de reojo a los brasileros que parecen haberse encontrado fortuitamente con amigos. Bah! Aquí, aunque no sean amigos, los brasileros se comportan como tales ante sus compatriotas. Tal vez los franceses miran con mala cara por no haberse encontrado ellos también con amigos; o porque Brasil le ganó algún partido en el mundial de vaya uno a saber qué año; o tal vez solo porque son así, franceses (y se la bancan).
La que no se la banca soy yo. Al olor, digo. Mucho rico perfume, caro, pero de agua y jabón ni hablar.
Los amigos de los brasileros se van; creo que para ser cool se despiden en español.
La nena de la mesa diecinueve se acerca y mientras se limpia los mocos me dice “Limón”. Pienso, “¿Qué limada qué?”. Ay!, Cuando tenga hijos voy a enseñarles a pedir bien las cosas. Esta nena debe tener uno ocho años, bien podría haber dicho “Necesito limón”, “Dame limón”, “Quiero limón”. Pero no, no va a gastar tanta saliva la pequeña mal aprendida.
Los niños afiladores de la mesa nueve ahora están tranquilos. Comen pizza y toman gaseosa en grandes cantidades. Creo que esta noche no van a dormir muy bien...
En la mesa quince hay un chico al que conozco, con su familia. Por lo que se ve el padre está sermoneándolo por algo que no parece tan grave. Lo supongo por la expresión de su madre.
Y así, unos entran, otros salen. Hablar en inglés, tal vez francés: merci, bonjour, excuse moi, y “¿Comieron bien?”.
Entre que miro e imagino, escucho frases como: dos vasos, cerrame la veinte, tres cafés (uno cortado), agregame un flan con dulce a la tres y cierra, fijate cuánto sale el Broquel 750, agregá los cafés a la dos, llamáme un taxi, sacá hielo, tenés teléfono, cobrame acá, yo quiero tomar la cerveza en la barra, no quedan más mariscos...
Y no lo pienso dos veces, no hay forma mejor de empezar el 2006; porque sé que esta noche, Baileys de por medio, voy a estar sentada viendo el amanecer contándole esto a Vek. [Te quiero nena.]
Siete brasileros vestidos de fiesta comen carne y toman vino blanco de la casa, ríen y gritan.
Todos los miran. Los franceses dejaron de ser el centro.
Cerca del baño, dos matrimonios y sus seis hijos untan manteca al pan. El revoltoso de la punta afila el cuchillo con el tenedor, y un par de hombres sentados a su lado lo miran con ganas de cometer un asesinato.
Hay una pareja próxima a las bodas de oro que espera mesa. Ella es muy coqueta; él se hace el desinteresado pero sabe que más de uno se volteó a ver a su hermosa mujer. La mesa de los brasileros lo llama y le piden que tome algunas fotografías con sus cámaras digitales de pantalla desplegable, último modelo, muy top, re pro, cool... Ella sonríe cómplice, elegante, mientras lo mira. Finalmente el mozo los acerca a su mesa, próxima a los niños afiladores.
En el fondo, y cerca de la ventana veo a un sujeto. Recuerdo haberlo visto, vitalicio, en un cabaret local. Come con su hija, la conozco. La conozco porque aquí todos nos conocemos.
Ahora los franceses homosexuales miran de reojo a los brasileros que parecen haberse encontrado fortuitamente con amigos. Bah! Aquí, aunque no sean amigos, los brasileros se comportan como tales ante sus compatriotas. Tal vez los franceses miran con mala cara por no haberse encontrado ellos también con amigos; o porque Brasil le ganó algún partido en el mundial de vaya uno a saber qué año; o tal vez solo porque son así, franceses (y se la bancan).
La que no se la banca soy yo. Al olor, digo. Mucho rico perfume, caro, pero de agua y jabón ni hablar.
Los amigos de los brasileros se van; creo que para ser cool se despiden en español.
La nena de la mesa diecinueve se acerca y mientras se limpia los mocos me dice “Limón”. Pienso, “¿Qué limada qué?”. Ay!, Cuando tenga hijos voy a enseñarles a pedir bien las cosas. Esta nena debe tener uno ocho años, bien podría haber dicho “Necesito limón”, “Dame limón”, “Quiero limón”. Pero no, no va a gastar tanta saliva la pequeña mal aprendida.
Los niños afiladores de la mesa nueve ahora están tranquilos. Comen pizza y toman gaseosa en grandes cantidades. Creo que esta noche no van a dormir muy bien...
En la mesa quince hay un chico al que conozco, con su familia. Por lo que se ve el padre está sermoneándolo por algo que no parece tan grave. Lo supongo por la expresión de su madre.
Y así, unos entran, otros salen. Hablar en inglés, tal vez francés: merci, bonjour, excuse moi, y “¿Comieron bien?”.
Entre que miro e imagino, escucho frases como: dos vasos, cerrame la veinte, tres cafés (uno cortado), agregame un flan con dulce a la tres y cierra, fijate cuánto sale el Broquel 750, agregá los cafés a la dos, llamáme un taxi, sacá hielo, tenés teléfono, cobrame acá, yo quiero tomar la cerveza en la barra, no quedan más mariscos...
Y no lo pienso dos veces, no hay forma mejor de empezar el 2006; porque sé que esta noche, Baileys de por medio, voy a estar sentada viendo el amanecer contándole esto a Vek. [Te quiero nena.]
3 commentaires:
ese submundo es fuerte. Y esta escrito tan naturalmente que me llega cierto tufillo de la cocina...
Leí tu post y volví a vivir la noche de anoche, cuando cenaba una sopa de mariscos...
Mumi, puede ser porque todo lo escrito esta vez, es cierto. Aunque por momentos exagerado.
Tony, ¡Qué rico!. Te cuento... esta noche tengo asadito. jejeje
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