Paseamos por un callejón sin salida. La llevé por calles frías, húmedas. Le lavé la cara en algunos charcos cerca de casa. La senté en un banco de plaza a besarse con otra. Se mezcló, cambió de colores y formas.
Un día, creí que se iba; otro, estaba más presente que nunca. A veces duerme como un ángel y otras revolotea en el aire como una nube de puro cubano. Intoxicada, seca y con sabor a chocolate.
Ahora, me mira sentada en el suelo, con las manos sosteniendo su cara sobre sus piernitas cruzadas.
3 commentaires:
que encanto!!!
Me gustó. Vio que todavía no perdimos la inocencia, es más, está ahí, al toque esperando que volvamos a querer saber de ella para volver a enseñarnos a jugar con el alma un poco más pura.
Mumiç, muchas gracias.
Simón, vio cómo son las cosas del alma, ¿no?
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