vendredi, février 11, 2005

La esquina de Lorenzo

Llegando a la esquina, Lorenzo encontró una caja llena de maravillas.



Quiero tu ropa interior secándose, colgada del grifo de la bañera; quiero despertar temprano cada mañana para ver esa angelical cara que ponés cuando dormís; quiero tu largo pelo azabache rozándome la piel mientras dormimos; quiero tus piernas cruzándose bajo la mesa del desayunador; tus anillos sobre la mesa de luz; y el olor de tu piel por toda la casa..."
La vi por primera vez cuando tenía quince años.
Cuando le propuse matrimonio, estaba con el romanticismo a flor de piel... enamorado, hasta las manos [dirán por ahí].
Hace más de veinte años que estamos compartiendo el mismo techo; hace más de veinte años que tengo su ropa interior secándose en el grifo de la bañera; hace más de veinte años que despierto temprano para contemplar su cara mientras duerme; vi su pelo azabache volverse blanco, y aún rozarme como seda mientras duermo; hace más de veinte años que veo cada mañana, sus piernas cruzarse bajo la mesa del desayunador; sus anillos sobre la mesa de luz; y el olor de su piel... es el olor de la casa. Y aunque al agitar el mantel sobre el que almorzamos, la piel de sus brazos cuelgue cual gelatina en una bolsa, mi corazón palpita como hace veinte años cuando hacemos el amor, cuando nos besamos, cuando llego a casa después del trabajo.
Entonces, señores si, el amor existe, y perdura, y dura...
Pero eso no es todo, hay mucho más... Se los contaré en breve. Hasta la próxima.

Lorenzo.

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