Queda lo que queda,
y siempre,
esa pequeña fuente de inspiración.
Empezar, trasncurrir.
Trotamos despacito al principio y, con un poco de confianza vamos exigiendo al músculo un poco más. Es el disfrute, la sensación del principio. Demostrar y demostrarse. Uno puede, está claro.
Exigir, reconocer.
Cuanto más exigimos, más ambicionamos. Es una audición constante con nosotros mismos. Dicen que somos nuestro peor verdugo y es eso, siempre trabajar al 75% para abaratar el desgaste. Nunca dar el 100% pero saber que se puede. Después el castigo.
El castigo.
Está el trofeo, y a unos metros vos, con tu peor cara de frustrada ingenuidad pensando: "¿porqué no exigí al máximo?". Ahora no, chiquito, ahora no es momento de lamentos.
Hay que tener un poco de fuerza para continuarlo, dejarlo, empezarlo de nuevo o cambiar de hoja; pero definitivamente algo hay que hacer. El músculo está entrenado, eso es más que evidente.
Acero
Acero, y empezar de cero. Como un ave fénix renacer de lo que queda de vos. Es otra historia, tal vez (tal vez no tanto), pero algo de seguro va a cambiar. Y los cambios, bien pensados, pocas veces son para mal.
Otra vez a la cancha. A otra cancha.