El cielo se abre y entre las grietas un cable negro baja. Un cable grueso, negro. Se acerca a mi cabeza y descarga una energía ambivalente, dispersa de todo mal… y de todo acto de bondad.
Entro en un estado de desconcierto total, de desilusión e ilusión, de paciencia y paz, de desenfreno y calma.
Revuelvo mis bolsillos y no encuentro más que un enchufe que conecta mis pulmones a mi corazón.
El shock es fuerte, no creo tolerarlo, desconecto mis pulmones. Tal vez dejando de respirar el dolor cese.
Una y otra vez, una y otra más. Las descargas del cable negro son cada vez más fuertes. Siento maldad pura proveniente de ese cable, siento que desde el cielo una fuerza desconcertante me impide ver, me impide ser y dejarme ir.
Intento desconectando el enchufe del corazón. Supongo que es gracias a él que sigo viva. Mi cuerpo sigue luchando por vivir, aunque mis pulmones estén muriendo.
Miro fijo al cielo, a la grieta desde donde nace ese maldito cable; miro como no ha de mirarse fijo al sol, como no se debe observar a dos extraños haciendo el amor. Mis párpados se besan apasionadamente, saben que nunca serán separados, saben que nacieron juntos, para morir juntos. Y es el momento, y se besan como en el fin de una película. Y todo acaba.
La vida se me escapó de los bolsillos y sin ánimos busqué en la sombra del propio mal. Desconecté mi alma y mi cuerpo, y me encontré más allá. Mañana, más acá.
Entro en un estado de desconcierto total, de desilusión e ilusión, de paciencia y paz, de desenfreno y calma.
Revuelvo mis bolsillos y no encuentro más que un enchufe que conecta mis pulmones a mi corazón.
El shock es fuerte, no creo tolerarlo, desconecto mis pulmones. Tal vez dejando de respirar el dolor cese.
Una y otra vez, una y otra más. Las descargas del cable negro son cada vez más fuertes. Siento maldad pura proveniente de ese cable, siento que desde el cielo una fuerza desconcertante me impide ver, me impide ser y dejarme ir.
Intento desconectando el enchufe del corazón. Supongo que es gracias a él que sigo viva. Mi cuerpo sigue luchando por vivir, aunque mis pulmones estén muriendo.
Miro fijo al cielo, a la grieta desde donde nace ese maldito cable; miro como no ha de mirarse fijo al sol, como no se debe observar a dos extraños haciendo el amor. Mis párpados se besan apasionadamente, saben que nunca serán separados, saben que nacieron juntos, para morir juntos. Y es el momento, y se besan como en el fin de una película. Y todo acaba.
La vida se me escapó de los bolsillos y sin ánimos busqué en la sombra del propio mal. Desconecté mi alma y mi cuerpo, y me encontré más allá. Mañana, más acá.
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