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Uno
En el inconciente las cosas parecen estar un poco más ordenadas. Ordenadas, dije. Se ve con claridad lo que se espera, se proyecta a largo plazo sobre una base muy poco sólida y totalmente desprovista de fundamento cierto.
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Estaba buscando algo, y lo encontré. De golpe desapareció y dejé de tenerlo. Empecé a gritar fuerte por su regreso y no hubo caso, lo hallé cada día más lejos. Las perlas empezaron a esparcirse y se tiñeron con el tiempo. Aumentó el moho, y el óxido en la plata (que ya no brilla como antes).
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Totalmente desprovista de todo, cuasi desnuda y con el alma desparramada en medio continente. Pero tranquila. Tranquila por tener esa mano acariciándome la cara, la espalda. Tranquila por tener esas piernas para enroscarlas en las mías. Tranquila de saber que había un lugar donde depositar los besos más tímidos.
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Y todo se renueva. Aparecen otros sitios, se potencian tantos más, se apagan otros, renacen nuevos… el ciclo sigue. El ciclo es eso: un ciclo. Y da vueltas. Dos
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Una luna mareada soy. Una luna peligrosa y afilada. Una luna con miedo a lastimar a alguien con mi filo.
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Tengo ganas de sacarme la piel, hacer un lugar entre mis huesos y enjuagar el corazón con agua tibia y jabón de hierbas y té verde. Tengo ganas de abrir los ojos y ver directo a la hoja blanca, sin intermediarios, sin pensamientos acosadores que aparecen (siempre), sin un recuerdo, sin el idiota inconciente que me atosiga cuando mejor me siento.
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Tengo ganas de ser libre, de rendir cuentas cuando quiera, de perderme y fugarme y desaparecer de todos. Y estar bien. Tengo ganas de reírme hasta morir, de llorar y sonreír de nuevo, en otro sitio, con otra gente, en otra piel, sobre otra cama, bajo otro techo, viendo otra luna y oliendo otras telas, bebiendo de otros vasos.
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Tengo ganas de salir de esta burbuja y tirar el inconciente en una zanja podrida. Y reírme de eso. Reírme de lo estúpida que fui, del tiempo que perdí, y de los sueños que no puedo permitirme dejar. No más.
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Tres
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Estoy pálida, desganada, cansada. Los rulos ya no son rulos y los rubios ya no son largos. Los sueños bajo la almohada se durmieron para siempre y una nube que pasaba fue cómplice, y no me dijo nada.
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Estuve acá parada todo este tiempo, viendo cómo todo y todos pasaban. Sin sentir nada. Vacía, pero entera. Vacía pero llena de angustia, nostalgia, amor, desazón, desamor, besos y minutos para regalar.
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Estuve viendo todo, pero sin ver nada al mismo tiempo. Enceguecida por una película de amor que no es más que una historia ficticia. Estúpida quinceañera enamorada. Inocente ella, pobrecita. Tan blanca, tan largas sus piernas que podían acaparar todas las armas del guerrero que iba a romperle el corazón. Y ella tan suelta, tan tonta, tan despreocupada, tan ella.
Cuatro
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Se me está destiñendo el espíritu. Me estoy cortando con mi propio filo por no lastimar a nadie. Me estoy ahogando por dentro, y la concentración de agua ya es un estanque: y el agua estancada se pudre. Y no quiero esperar a estar llena de moho para salir afuera, correrme el pelo de la cara, y sentir el revuelo del viento escurriéndose en mi pollera.
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Tenía algo hermoso y lo perdí. Me tenía a mi y era feliz. Me tenía entera, llena de alegría, bailando descalza en el balcón. Me tenía bien, me sentía libre. Tenía algo hermoso y lo perdí. Pero voy a recuperarlo.