Confesamos nuestros pecados después de sentir el peso de la culpa en nuestras espaldas. ¡Qué hipocresía!. La mediocridad de un mundo repleto de seres que actúan sabiendo que sus actos van en contra de la humanidad, la moral y el respeto por el otro [las leyes]; que convive con la estúpida ilusión de creer que sus malos actos serán perdonados por un místico ser a quien nadie conoce realmente.
Digo confesamos, porque embolso, tiro en el mismo tacho a todos los que transitoria, o permanentemente, habitamos este sucio y hermoso mundo. Y me incluyo, por que creo, que todos tenemos una fija creencia. Ya sea en nuestras propias ideas e ideales, ya sea en movimientos de “formas de vida”, ya sea en un Dios, o en el arte [como Marta].
Sin embargo, hay algo que aún no está claro, y es, exactamente este tema que planteo al principio sobre confesarse. No me cierra en la cabeza que una persona tenga la obligación de pedir perdón por sus “malos actos” [entre los cuales, agrego, hay muchos que son demasiado insustanciales]; y que otra persona, con el poder “divino” [otorgado por un anterior que consensuó (¿?) si lo merecía o no], juzguen los actos de las personas.
Ahora me pregunto ¿Para qué están las leyes sino para ser conocidas por las personas y ser cumplidas?. Si no hay ley antihumana (por lo menos en este país), mientras se respete al que tenemos al lado, no nos va a pasar nada (y esto no se asegura en este país).
Entonces no entiendo, ¿Cómo puede ser que cientos de personas que se queman las pestañas estudiando años para lograr hacer el mundo un “poquito” mejor, para perfeccionar las leyes y procurar brindarle a las personas una mejor calidad de vida; se vean a la par de hombres poco profesionales que, sentados tomando vino, se den el lujo de juzgar y reprender los actos de las personas?
Si alguien tiene respuesta, con gusto la recibo.
Si alguien se sintió ofendido, disculpe, entérese que estamos aún en democracia [cualquier duda, tenga a bien releer el ART 14 C.N.]
Digo confesamos, porque embolso, tiro en el mismo tacho a todos los que transitoria, o permanentemente, habitamos este sucio y hermoso mundo. Y me incluyo, por que creo, que todos tenemos una fija creencia. Ya sea en nuestras propias ideas e ideales, ya sea en movimientos de “formas de vida”, ya sea en un Dios, o en el arte [como Marta].
Sin embargo, hay algo que aún no está claro, y es, exactamente este tema que planteo al principio sobre confesarse. No me cierra en la cabeza que una persona tenga la obligación de pedir perdón por sus “malos actos” [entre los cuales, agrego, hay muchos que son demasiado insustanciales]; y que otra persona, con el poder “divino” [otorgado por un anterior que consensuó (¿?) si lo merecía o no], juzguen los actos de las personas.
Ahora me pregunto ¿Para qué están las leyes sino para ser conocidas por las personas y ser cumplidas?. Si no hay ley antihumana (por lo menos en este país), mientras se respete al que tenemos al lado, no nos va a pasar nada (y esto no se asegura en este país).
Entonces no entiendo, ¿Cómo puede ser que cientos de personas que se queman las pestañas estudiando años para lograr hacer el mundo un “poquito” mejor, para perfeccionar las leyes y procurar brindarle a las personas una mejor calidad de vida; se vean a la par de hombres poco profesionales que, sentados tomando vino, se den el lujo de juzgar y reprender los actos de las personas?
Si alguien tiene respuesta, con gusto la recibo.
Si alguien se sintió ofendido, disculpe, entérese que estamos aún en democracia [cualquier duda, tenga a bien releer el ART 14 C.N.]
1 commentaire:
Al respecto, mujer, quería decirte que la religión y sus administradores son cosa de hombres. Cosa de gente. Gente que viene, gente que vá; gente que nace y se muere, y pasa la vida discutiendo.
Cosa de gente, digo. Si.Perdón, culpa, misericordia, sexo, whisky, peajes, corsets, llanto y pantomima: todas cosas de gente que habla y se calla, bosteza y se vá.
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